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Fidias David Cuevas Fidias David Cuevas Author
Title: Perdiendo el tiempo mientras el Amazonas se quema (II DE II)
Author: Fidias David Cuevas
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La esperanza del Amazonas estará en los agricultores y tribus indígenas. Protección para los bosques de Brasil. Mantener en buen estado el m...
La esperanza del Amazonas estará en los agricultores y tribus indígenas.
Protección para los bosques de Brasil. Mantener en buen estado el mayor bosque del mundo depende de que los grupos verdes, los indígenas y los bien informados agricultores trabajen juntos - si los legisladores se lo permiten.

Pero el consenso no ha ido más lejos. El lobby agrícola deseaba que se regularizaran todos los desmontes pasados, arguyendo que si los campesinos tenían que replantar los árboles, la producción agrícola se desplomaría, los precios de los alimentos subirían drásticamente y los brasileños pobres pasarían hambre. Los Verdes ripostaron que una amnistía fomentaría deforestaciones futuras. Hasta ahora, está ganando el lobby agrícola. El borrador actual les permite a los agricultores evadir las multas por tala ilegal y posponer su obligación de replantar sencillamente declarando que sus violaciones fueron cometidas antes de julio del 2008 y enrolándose en un vago y relajado "programa de recuperación ambiental", que será ejecutado de manera individual por los estados.

"Esto es una amnistía solo de nombre", dice Maria Cecilia Brito, la directora de WWF-Brasil un grupo de conservación. "Sin salvaguardias los estados podrán posponer indefinidamente el requisito de actuar." Después de varios años en los cuales la tasa anual de deforestación decayó, este año aumentó, posiblemente debido a que los terratenientes piensan que el nuevo código les permitirá salirse con la suya. Los agricultores que cumplen la ley están indignados. Cuando Darci Ferrarin compró una gran finca en el Mato Grosso en el 1998, él sabía que las riberas de los ríos habían sido ilegalmente taladas. Pagó para replantarlas. "Los que deforestan ilegalmente deberían ir presos", dice su hijo, Darci Junior.

Piensa Roberto Smeraldi de Amazônia Brasileira, una ONG verde, que el único aspecto prometedor del nuevo código es que ofrece beneficios tales como préstamos subsidiados a los terratenientes que siempre han cumplido las reglas, o que están reforestando con mayor rapidez de lo que exige la ley. Pero se lamenta de que desperdicia la oportunidad de un gran pacto que sirva para alinear intereses opuestos. Un sistema como el comercio de emisiones (cap-and-trade) utilizado para limitar la polución industrial de los ríos podría ayudar a los campesinos que se han quedado cortos en dejar parte del terreno como bosque, a cumplir con la ley mediante el pago a sus vecinos que tienen más del mínimo legal para mantenerlo. Eso les habría ahorrado a los campesinos un replanteo costoso y reduciría la deforestación futura al hacer los bosques existentes financieramente valiosos.

Rousseff ha prometido vetar cualquier amnistía a los deforestadores ilegales. Pero la hoja de parra del "programa de recuperación ambiental" podría darle una esfera de acción para contemporizar, y con un horario legislativo muy fuerte, ella podría estar tentada a hacerlo. Si lo hace, la mejor esperanza del Amazonas estará con los iluminados agricultores y las tribus indígenas que se preocupan más por su tierra de lo que lo está el estado.

Para Ferrarin la mejor forma de detener la deforestación es un mejor uso de las tierras agrícolas. Casi la mitad de su finca de 13,350 hectáreas ha sido dejada como bosque; el resto mantiene 3,000 cabezas de ganado al igual que soja y varios otros cultivos, cultivados en rotación. Métodos innovadores de labranza cero reduce las emisiones de carbono, el uso de fertilizantes y la mano de obra. Los Ferrarins ofrecen talleres para enseñar a otros agricultores sobre estas "técnicas de agricultura integrada". Valkiria, la hija de Ferrarin, dirige un programa de cría de ganado, con una clínica de fertilización in vitro en el sitio donde embriones de animales escogidos son implantados en sustitutos. Dice él que una finca productiva puede sostener una familia extendida por varias generaciones.

El padre de Cassio Carvalho do Val se estableció en Redenção en Pará en el 1959. En ese entonces era selva virgen: los últimos 150 kilómetros había que hacerlos en burro, llevando carne seca, arroz y frijoles. Nueve décimas partes de las 300,000 hectáreas que obtuvo han sido vendidas desde entonces, pero la finca todavía es bastante grande (una finca promedio en los Estados Unidos tiene cerca de 160 hectáreas), y es improductiva, con un sola vaca por hectárea para pastar. Pero su hijo ha empezado a engordar sus vacas con granos y tiene planes de llevar a cabo una agricultura integrada. "El sueño de cada agricultor es ser un ranchero", dice él riendo. "Es mucho más fácil." Pero piensa que debe mantenerse actualizado.

Los Suruí dan el ejemplo

Algunos indígenas brasileños están redoblando sus esfuerzos para proteger el bosque. Los 1,300 suruís han movido sus 25 aldeas a los límites de su territorio para detección temprana de invasores. Con la ayuda de Kanindé y otros, desde el 2005 han empezado a reforestar donde los invasores talaron. Al ojo inexperto, los nuevos árboles les parecen vetustos (pero para los suruí la escasa cobertura es obvia). El año próximo la tribu servirá de anfitrión a otros indígenas que desean reparar la deforestación en sus tierras. Esperan poder enseñar a los no indígenas también.

Los Suruí son los primeros indígenas brasileños en establecer un proyecto REDD, un programa internacional de ayuda para prevenir la deforestación. Hasta un 10% del ingreso generado se dedicará a no indígenas para mostrarles que el bosque también puede generar empleo e ingreso. "Estamos diciendo que se debe pensar en el mediano y largo plazo cuando se decide a utilizarlo." "Eso será más fácil si los políticos aprueban un Código Forestal que tienda al futuro, no al pasado - y que provea los medios para implementarlo."

809-454-5500

 
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