Por Cándido Mercedes
La delincuencia desde una mirada de la Sociología , es una de
las formas más desafiantes y desgarrantes del comportamiento desviado, de la
desviación social. La delincuencia
política o Delitos de los poderosos desde
el Estado, es la manifestación más significativa de una cultura dada,
respaldada en un poder político determinado.
La delincuencia
política no obra en el vacío, no es una mera abstracción, no se construye
arbitrariamente, sino que es fruto de una estructura social que la crea y
recrea. Esto es, tiene su base material en un marco institucional que la
bosqueja más allá de las normas establecidas. La delincuencia política, por su
sistematicidad, permanencia, calado y sustentación, forja una subcultura del
delito que desborda la cultura de la sociedad. Su asiduidad, su recurrencia es
tal que hace que la misma aparezca como normal y la normal se relieve como
excepción y como anormalidad en extinción.
La delincuencia
política en la sociedad dominicana se ha venido enraizando en la conciencia
colectiva, que además, encuentra respaldo en los distintos poderes fácticos, en
gran medida por la estructura económica. La delincuencia en general es un acto
punible en una situación social determinada. El crimen o el delito ofrendados son,
frente a un cuerpo de normas o intereses establecidos que han creado las
expectativas de conductas que se espera de cada individuo. La delincuencia
tiene un fuerte componente estratificacional.
En Dominicana, la
delincuencia marcadamente sociológica, aquella que es consecuencia de los
mayores niveles de necesidades, dada la situación económica y de exclusión,
encuentra prontamente respuesta de parte de los aparatos coercitivos del
Estado: Policía y Justicia. En cambio, la delincuencia política o los delitos
de los poderosos es referencial, que es modelo, que es más visible mediáticamente
y que hace más daño al tejido social de la sociedad, no encuentra eco de
respuesta en las manos de los aparatos coercitivos del Estado.
La delincuencia
en general, es individual y social. La delincuencia política es intrínsicamente
colectiva y por ende social. El
delincuente político requiere un conjunto de personas para poder transgredir y
cometer su crimen. Necesita asociarse y a veces realizar lo que se llama
Captura del Estado, que es la capacidad de los actores involucrados para
cambiar las reglas establecidas; vulnerables para sus beneficios particulares y
no para la sociedad.
En las cárceles
dominicanas hay alrededor de 26,500 presos, de los cuales solo dos
correspondían a la delincuencia política y ya salieron en libertad. Esto quiere
decir, que la sociedad dominicana es muy débil, muy frágil frente a la
delincuencia política. Es más fácil someter a la cárcel a un alto empresario
que actuó en el Delito de Cuello Blanco o Delito Empresarial, afectando a la
empresa y evadiendo el fisco, que a un político delincuente que desde el primer
instante afecta a la sociedad Lo más grave de la delincuencia política es que
ella destruye lo poco o lo mucho del entramado institucional. Afecta la vida
social y la confianza en las instituciones porque el delincuente político se
tiene que servir de ellas directamente.
Todo el entramado
para construir una arquitectura financiera, tales como: enriquecimiento
ilícito, blanqueo de dinero, falsificación de documentos, prevaricación,
malversación de fondos, tienen que darse dentro del Estado, que va a encontrar
su soporte si se descubre en una franja de otro poder del Estado: la Justicia.
Por eso la delincuencia política tiene
que ver mucho con la estructura social y con la cultura.
Usted no podría
imaginarse que en Chile, en Costa Rica, en Uruguay, Perú, Panamá, pudiera
verificarse el caso de Félix Bautista y que pasara lo que hasta ahora ha acontecido.
En Chile el hijo mayor de Michelle Bachelet tuvo que renunciar porque aceptó un
préstamo de un banco privado. Ella no era Presidenta todavía. Justo el día que
ganó las elecciones le otorgaron el préstamo al hijo. En Panamá un Expresidente
de la Suprema
Corte de Justicia está siendo juzgado por no demostrar el origen de su fortuna
con la que compró una vivienda. En Perú, Toledo está siendo ventilado en los
tribunales porque la madre de su esposa compró una vivienda suntuosa, de varios
millones de dólares. En Costa Rica, recientemente, había dos Expresidentes presos, uno de los cuales se
vio obligado a renunciar de la Secretaría General de la OEA. En España, vimos
como la cantante Isabel Pantoja está presa, más de 1,700 personas han sido conducidas
judicialmente y hasta la
Infanta , hermana del Rey ha sido requerida. En Estados Unidos,
un influyente Senador, Robert Menéndez, con más de tres periodos en el Congreso
ha sido sometido por la
Justicia , donde los fiscales anticorrupción le imputan 14
cargos de corrupción. Finalmente el Expresidente Ricardo Martinelli de Panamá
se le acaba de quitar la inmunidad para ser conocidos expedientes de
corrupción.
¿Qué explica que
allí las instancias judiciales prosperen y prevalezcan y aquí los delincuentes
políticos sigan actuando como personas “honorables” y anden por las calles
abrazando y saludando como si nada de lo que se le imputa fuera cierto?
Es la calidad de
los políticos nuestros, es el grado de decencia real internalizado de los
poderes fácticos; es la ausencia de compromiso cierto con la sociedad; es la
cultura del clientelismo que se derrama desde el Estado según la
estratificación social de cada persona beneficiada. Así, desde el más
encumbrado socialmente, pasando por la clase media hasta llegar al más
depauperado de la pirámide social, encuentran su “lógica de argumentación para
justificar al delincuente político”. Aquí solo los delitos de poca monta
cometidos por los pobres logran eco institucional.
Los delitos de
Cuello Blanco son los delitos que cometen los que pertenecen a los sectores
sociales más acomodados, a menudo contra los intereses de las empresas y van
también en distintas dimensiones: fraudes fiscales, elusión, evasión, prácticas
ilegales de ventas, ventas de medicina falsificadas, ventas de inmuebles en el
aire, compras de pleitos a obreros. Estos afectan a la sociedad, sin embargo,
sus autores van menos a la cárcel. El delito de Cuello Blanco se expresa en la
esfera de los profesionales, realizando actividades ilegales.
La delincuencia política
o el Delito de los poderosos, solo puede cambiar si exigimos un real Estado de
Derecho y proclamamos a mil voces la proscripción de la corrupción, establecido
en el Artículo 146 de la Constitución.