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Fidias David Garcia cuevas Fidias David Garcia cuevas Author
Title: Una sociedad enloquecida
Author: Fidias David Garcia cuevas
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Por Cándido Mercedes El ritmo social de nuestra sociedad es como si fuéramos una adolescencia eterna. Nuestro ritmo es como si los...

Por Cándido Mercedes


El ritmo social de nuestra sociedad es como si fuéramos una adolescencia eterna. Nuestro ritmo es como si los conceptos no cambiaran, como si las palabras no permanecieran con el tiempo. Es una sociedad que pareciera que no se emociona y lo que no emociona, no moviliza. Lo racional de nuestra sociedad es circular, que se ancla en un eterno caminar sin sentido.

Somos una sociedad donde creamos diálogos y leyes para que existan pero no para asumirlas, a pesar de que las leyes nacen del diálogo y una Constitución es la expresión máxima de la dialógica, de los convenios, de las aprobaciones, de las promulgaciones, de las elaboraciones, de las discusiones. Cuando cambiamos las reglas del juego por intereses particulares, por intereses partidarios, estamos quebrando la base de su esencia y pasamos en la praxis a monologar. Monologamos sin eco que encuentre espacio en una sociedad que desea vivir el Siglo XXI.

Somos una sociedad enloquecida porque hemos perdido la memoria y cuando la perdemos no somos fieles a los hechos, no somos consecuentes con la verdad. Entonces, ilusionamos en una fantasía que no anida nada de imaginación. El resultado de esa sociedad enloquecida es la fragmentación, la ausencia de un proyecto de nación, de un proyecto de país. Es la ocultación permanente de una falta de visión.

Cuando se tiene un proyecto de nación, en el seno de una institución partidaria, lo que importa no es quien está en el poder y quienes vendrán. La base primordial es la agenda social, política y económica que ha de cristalizarse como cuerpo del cambio social. La fragmentación desaparece y con ello fluye la necesaria memoria social. La memoria social que configuran los fragmentos rotos que obstruyen y dificultan los proyectos colectivos; nos animan a desprendernos de ese dejo individualizador que lo niega todo, en una ceguera filtrada del oportunismo y de la hipocresía. Recuperar la memoria nos convoca y nos permite reconocer a los demás. Nos permite desdibujar el claroscuro de los intereses, que desborda y niega la credibilidad y la confianza.

Esta sociedad enloquecida solo alcanzará su plena sanidad cuando los actores políticos tengan consciencia de lo que significa el valor de la integridad: La coherencia entre lo que se dice, se piensa y se hace. En una sociedad enloquecida los actores políticos juegan a la memoria corta, a esa expresión cultural del inmediatismo que se consustancializa en una sociedad de sobrevivencia. Allí, donde un escándalo de hoy se cierra por el escándalo de mañana, sin que las heridas se hayan cicatrizado ni mucho menos se haya hecho nada por subsanarlas.

Nuestra existencia social exige un nuevo paradigma de cooperación, de ciudadanía, que impulse un nuevo entorno social más incluyente. Para ello tenemos que poner en el justo contexto, las diferencias visibles entre los actores políticos, los actores sociales y
empresariales. Vale decir, hoy se requiere poner en su lugar, en su justa dimensión a todo aquel que merezca colocarse donde va, más allá de su jerarquía en la escala social, en el peldaño de la estructura política.

El nuevo paradigma es que no se respeta a la persona por lo que es ni por lo que ha sido; sobre todo, si la ostentación de un cargo ha sido muy alto en la pirámide política y social. Es por lo que hace y ha realizado en el fragor de su ejercicio ético-moral. Nadie trasciende sino es en la posibilidad de reconocer a los demás, en la capacidad de verse a sí mismo en el espejo del otro.

En la sociedad enloquecida los actores principales de éste drama social actúan en una transmutación, en una metamorfosis que se olvidan de la sociedad en que vivimos: La sociedad de la Tecnología de la Información; la Sociedad de la Red. Ello explica, entonces, la recuperación de la memoria al instante. Hoy, no se puede jugar al olvido, desconociendo que solo estamos a un clic, para traer al momento todo lo que se dijo en el ayer.

Las palabras permanecen y cobran sentido. Ponen en evidencia a aquellos que hace apenas tres años nos dijeran que no le interesaban más que cuatro años, que esa constitución necesitaba más tiempo, más madurez, que esta sociedad no estaba preparada para ello; que se requiere más institucionalidad; que la dejemos así por lo menos 20 años. En la sociedad enloquecida se cambian las reglas del juego, se cambian las constituciones y allí donde las instituciones deberían ser los espejos del comportamiento, se trastocan por los comportamientos de algunos hombres, en la dinámica de sus ambiciones personales y partidarias.

Ello no coadyuva a una sana convivencia social, porque el ritmo social de unos pocos, no expresan límites ni respetan la reciprocidad de las reglas ni los valores de la democracia, como piedra angular del toque necesario del funcionamiento institucional. En vez de aprovechar el capital político, se deslizan por la desaparición de la confianza pública y el comienzo de una crisis de legitimidad. La construcción del poder a través de la construcción de la imagen, se evapora.

¡No podemos propiciar formulas atávicas que nos impidan ver el alcance del presente, reciclándonos en el pasado, en una sociedad enloquecida (cada 4.5 años reformamos la constitución; 38 reformas en 171 años; y una Cámara de Diputados que viola su propio reglamento aprobando un Proyecto de Ley de Partidos nada transparente, que no rinde cuentas ni propicia equidad, después de 16 años ventilándose en el Congreso) que no logra dibujar el futuro de nación con certidumbre cierta!

809-454-5500

 
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