Por: Cándido Mercedes.
En el marco de una democracia, existen cuatro pilares
que decanta la Gobernanza, esto
es, el espíritu en la
consecución del desarrollo económico,
social e institucional, sustancial y sostenido
de una sociedad. Esas dimensiones o
variables son: El Imperio de la ley, o, dominio de las leyes; la división de poderes del Estado. Las otras dos son: El respeto
a las opiniones de los demás,
tomando en cuenta las minorías y la economía
de mercado.
En nuestro tejido político social y económico prevalecen
dos, en detrimentos de los primeros señalados, que son los que finalmente determinan el por qué nuestra democracia
sufre de una pésima tautología
que no le permite dar el
salto de la horrible transición. Esa execrable ausencia del
dominio de las leyes y el dominio de un poder
en detrimento de los demás poderes
públicos, expresa porque no somos una sociedad más inclusiva y la profunda descomposición política; el deterioro
institucional y el abuso de poder.
Constituyen, por decirlo así, los
ejes que permean la transparencia y la legitimidad de las decisiones y acciones de parte
de los actores políticos.
La legitimidad y la Gobernanza efectiva, conforman y
descansan en valores compartidos
que hacen que una sociedad permanezca unida. Guía una visión que acompaña a sus ciudadanos hacia un proyecto común que viabiliza los resortes medulares para
alcanzar como nación los puntos
cardinales que hace posible mas cohesión social y mayor elementos de confianza en sus instituciones. Hoy, el déficit
de confianza en las
instituciones, es verdaderamente espeluznantes.
La realidad política
es que no hay una armonización razonable
de las reglas del juego, que todo se
vale siempre que se tenga poder y el desorden institucional,
bosquejado en la informalidad es la
norma. Costumbres, tradiciones, son trastocadas para levantar los signos del poder. La
realidad política es que los actores políticos no gobiernan para
solidificar el puente entre el presente y el futuro, sino en base a un pragmatismo salvaje que
se asienta en el día a día, a golpe
del juego de las emociones y de la coyuntura.
Tenemos una clase política que juega al
bingo de lo postural y no mira lo
estructural. Unos poderes facticos
que observan solo el presente, sin
darse cuenta que en el desconocimiento
de la realidad actual, se devora,