DE: Acento.com.do
SAN CRISTÓBAL, República Dominicana.- La madrugada de este miércoles, 24 de agosto, transcurría de manera normal en el barrio Madre Vieja de la provincia de San Cristóbal, hasta que alrededor de las 4 de la madrugada, el rio Nigua aumentó su caudal y de manera arrolladora, las embravecidas aguas del afluente, arrastraron todo cuanto encontraron a su paso.Tras el paso por el país del huracán Irene los habitantes en ese sector consideraban que el peligro había pasado, y a pesar de que empezó a llover desde tempranas horas de la noche del martes, 23 de agosto, se acostaron a dormir tranquilos sin imaginarse lo que les esperaba unas cuantas horas más tarde.
En las primeras horas de este miércoles, las calles de ese empobrecido sector, localizado a orillas del río Nigua, se encontraban repletas de personas totalmente desorientadas, y desamparadas por las autoridades que brillaron por su ausencia.
Con lágrimas en los ojos, y cierto grado de desesperación, los afectados, narraban cómo lograron escapar de las aguas y salvar sus vidas, quedando a la intemperie y sin más nada que la ropa que llevaban puesta en ese momento.
"Tú no te imaginas el esfuerzo que tuve que hacer para comprarle los útiles escolares a mis cuatro hijos, y todo se ha perdido, mira los cuadernos llenos de lodo".
Así se expresó Nelly Perdomo, al mostrarle al equipo de prensa de Acento.com.do, los útiles escolares de sus hijos, llenos de agua y lodo, tras las inundaciones.
El drama humano que allí se vive es devastador, en las calles permanecen un sinnúmero de electrodomésticos, camas, muebles y otros artículos del hogar que no les dio tiempo a sacar.
“El agua nos agarró de sorpresa, todos estábamos durmiendo y nos despertó el estruendo que hacía el río, iba con furia, por suerte escuchamos a una vecina que gritaba, ¡ahí viene el río, ahí el río!, cuando nos tiramos de la cama ya el agua nos llegaba a las rodillas y al abrir las puertas para salir, el agua, entró con tanta fuerza que casi nos arrastra”.
Esa fue la osadía de Joaquín Encarnación por lograr escapar de las embravecidas aguas del río Nigua, una historia muy similar a la de cientos de habitantes en esta barriada que la madrugada del miércoles libraron una batalla contra la muerte.
“He quedado desamparada” exclamó Teresa Martínez, una señora de 70 años que vive en una casa de madera y zinc en la parte más alta de la ladera del río, dónde nunca pensó que subiría el agua.
Doña Teresa, con cierto dejo de tristeza en la mirada, recogía entre el lodazal los pocos objetos que las aguas dejaron en su humilde vivienda.
Mientras tanto entre las fuertes corrientes del río se observaban a unos que otros osados que desafiaban el peligro y disfrutaban de un baño que podía ser el último de sus vidas.
Todo esto ante la notable ausencia de la Defensa Civil, la Cruz Roja, los organismos de socorro en general, quienes, según relatan los moradores, no habían ido en su auxilio.
Estas declaraciones fueron comprobadas por el equipo de prensa de Acento.com.do quienes permanecieron en el lugar del desastre desde las once de la mañana hasta las seis de la tarde y ningún momento se observaron autoridades en los sectores más afectados por el desbordamiento del afluente.
Sin embargo los locales que albergan la Defensa Civil, el Cuerpo de Bomberos, y la Gobernación de San Cristóbal se encontraba un gran personal que al parecer se disponía a ayudar a los afectados, pero que en todo día no hicieron presencia en el lugar.
Un escenario distinto se observaba en los puentes que comunican a San Cristóbal con Santo Domingo, donde sí se observó gran personal de las fuerzas armadas que trataban de impedir que los cientos de curiosos que se presentaron en los puentes a disfrutar del “espectáculo”.
Inmediatamente los dirigentes comunitarios habilitaron dos refugios en el sector que eran utilizados por unas escasas 20 personas en cada uno. Por un lado el Centro Comunal Río Nigua, en el cuál se notaban más muebles y electrodomésticos que personas refugiadas.
De igual manera en la Escuela Pública de Barrio Nuevo, en Madre Vieja, se encontraban igual número de personas, y mayor cantidad de muebles y electrodomésticos y unos que otros perros, chivos y gatos.
Los refugiados en ambos locales afirmaron que no habían recibido ninguna ayuda por parte de las autoridades, y pedían encarecidamente algo de comer, agua, y algunos colchones para dormir, ya que a pesar de que pudieron rescatar algunos, estos se encontraban totalmente mojados.
En la orilla del río ayer había más de 20 casas que hoy no pueden observarse, ya que la crecida del afluente arrasó con ellas de manera tal que no dejó ni siquiera el terreno dónde estaban construidas, en el lugar sólo se observaba un gran vacío que los moradores miraban incrédulos de lo que había sucedido.
Y es que a pesar de la cercanía de esas casas con el río afirman nunca imaginaron que lo que por años fue un riachuelo pudiera crecer de tal manera.
Opiniones encontradas hay entre los moradores del sector, unos cuantos aseguran estaban totalmente desinformados y no sabían lo que acontecía con el huracán Irene ya que, según dicen, hacía dos días que no había luz.
Otros afirman que sí sabían el peligro al que se enfrentaban, y se responsabilizan por no haber atendido a las recomendaciones del Comité Nacional de Emergencias (COE), quien les ordenó evacuar todas las zonas que estuvieran cerca de ríos, cañadas y arroyos.
Lo cierto es que no es hora de buscar culpables sino soluciones, de su lado los habitantes en estos sectores se aferran a su fe y sólo repiten a una misma voz que “damos gracias a Dios porque estamos vivos, la situación pudo ser peor”.
Confiados que en desde el más allá les llegará la fortaleza necesaria para levantar nuevamente sus hogares y recuperar todo lo que perdieron piden ayuda a quienes tienen que velar por ellos aquí en la tierra, las autoridades.
