Abro y leo periódicos y veo en todas las páginas, aparte de honorables deportistas, cantantes y gente de la farándula, fotos de crápulas en el poder o aspirantes al poder. Crápulas reformistas, perredeístas y peledeístas que han amasado una fortuna a costillas nuestras.
Crápulas en la policía, la guardia y la marina y en la Dirección Nacional de Control de drogas que dirige el tráfico nacional de drogas.
Crápulas en voladoras o autobuses comprados con nuestro dinero que violan todas las luces y leyes, sin matrícula, sin placa, sin seguro, pataneros que nos miran como insectos y al menor descuido impunemente convierten en chatarra el vehiculo que nos costó años de ahorro para comprar.
Crápulas en la cámara de diputados y senadores, crápulas en la suprema corte, crápulas en la Junta Central electoral, crápulas en la Cámara de Cuentos, crápulas al frente de la Procuradoría General de la República, crápulas de jueces que sueltan asesinos y narcotraficantes a granel, crápulas en las nuevas Altas Cortes y crápula por excelencia al frente del máximo poder en el país, crápula que permite todos los excesos y se siente puro como un ángel.
¡Qué me falta! Vivimos en un régimen crapulario si acaso la palabra existe, porque las crápulas son una realidad y la única alternativa que nos dejan es joderse o no haber nacido.
pcs,lunes, 02 de enero de 2012