De Candido Mercedes
En la sociedad
dominicana, los distintos actores que convergen en ella, independientemente de
su primacía en el conglomerado humano, asumen una parálisis paradigmática con
respecto a las formas de crear opinión pública y del papel de los medios de
comunicación en la sociedad de la red. Pretenden
situarse y al mismo tiempo ver a los medios en la célebre teoría de la bala
mágica o el modelo de los efectos hipodérmicos, que no es más que la forma
sobre la propaganda mediática, que eslabona y tipifica a las personas como
seres pasivos, donde el mensaje de los medios tenían un impacto significativo y
hacían que las personas actuaran de manera uniforme, parecida. “Trascendía”
aquel modelo la famosa frase de Marshall McLulan “el medio es el mensaje”.
La concepción
hipodérmica quedaría eclipsada con una mirada más optimista y racional de la
esfera pública y los roles de los medios de comunicación como preocupación del
futuro de la democracia, establecida por el gran sociólogo alemán Jürgen
Habermas. Para Harbermas “La esfera pública es el ámbito de nuestra vida social
en el que la opinión pública se puede formar…y que, en principio está abierto a
todos los ciudadanos”. La esfera pública es el lugar donde se desarrolla el
debate, y donde surgen las ideas y las opiniones. Era la mirada certera de ver
la esfera pública, como el encuentro horizontal donde las personas podrían
emitir sus juicios y participar críticamente en el debate público.
La acción comunicativa, propuesta por Habermas, era
una manera de abordar y desbordar al mismo tiempo el fenómeno de la alienación
en los medios, como espacio de creadores de poderes y de la imposición de la
fuerza de la razón, vía la persuasión, en los distintos aparatos ideológicos
del Estado.
Se trataba así de develar, desmitificar y trocar el peso de la creación de la
imagen desde una perspectiva asimétrica que momificara completamente la esfera
privada.
La acción
comunicativa como espacio de contrapoder y el conocimiento hermenéutico, cuyo
objetivo esencial es la comprensión, como punto culminante de la emancipación,
que atraviesa por desdibujar los sesgos de las irracionalidades que acogota, en
este caso, a la sociedad dominicana.
Si el análisis
del discurso parte de la premisa de que el lenguaje (texto, comunicaciones,
artículos de prensa, entrevistas, programas de televisión) es una parte
fundamental de la vida social que se relaciona con todos los demás aspectos y
con ello, como decía Michel Foucault, los discursos construyen y configuran la
propia vida social, expresándose en las diversas teorías sociales de la
sociedad; no cabe ninguna duda que a la luz de esta conceptualización, el
discurso en nuestra sociedad es una enorme parodia de la hiperrealidad, más que
la realidad misma.
El discurso de nuestros principales actores es la
dinámica viva de la falsía, de la decadencia entre el decir y el hacer; entre
las palabras y los hechos; donde la manipulación y la desinformación
constituyen el caldo de cultivo de la vida cotidiana.
Los discursos (textos,
entrevistas, notas de prensa, artículos de prensa, programas de televisión), en
tanto son “sistemas de pensamiento o modos de pensar y análisis sobre el mundo
dentro de un marco determinado”, reflejan los intereses, ideología y la
personalidad de los actores que convergen en la vida pública. Pero al mismo
tiempo decanta, delimita lo banal, lo trivial, lo superficial con que se
encaran los problemas fundamentales, nodales y estructurales de la sociedad
dominicana. Es una mera visión caleidoscópica, que se moldea y poda en lo
insustancial. Es forma sin contenido. Es el decir de hoy, sin tomar el tiempo
de mañana en un juego permanente y sempiterno de la memoria, de la ofensa a la
inteligencia de la colectividad y de la enorme paciencia del dominicano.
Vamos a ilustrar
5 ejemplos para que veamos la disfuncionalidad y la distancia entre el discurso
y la praxis de los actores públicos (visibles en la prensa) y como fortaleza de
la modernidad líquida:
1.
La
Suprema Corte de Justicia, la Cámara de Cuentas, el Tribunal Superior
Electoral, el Tribunal Constitucional, todos ellos tienen su Ley Orgánica y su
Reglamento Interno, producidos mediante leyes del Congreso Nacional. La Ley
Orgánica y su respectivo reglamento es como decir, algo más que ellos mismos.
En cambio, la Junta Central Electoral, a
pesar de que tenemos una Constitución que varió su composición, su fisonomía y
su proceder, a 3 años y medio de la Constitución del 2010, ese importante
órgano del Estado, no tiene una Ley Orgánica ni un reglamento evacuado por
el Congreso. Lo que dice mucho de la clase política y de los poderes fácticos,
por el vacío legal-institucional que esto conlleva.
2.
La asunción real
de la Estrategia Nacional de Desarrollo 2010-2030, Ley 01-12. Planteamos en
el discurso cosas que ya están ventiladas allí en esa importante Ley y que a
decir verdad, la mayoría desconoce. ¡Un horizonte de cara a 20 años, con una
visión, es ignorada sistemáticamente!
3.
El problema del
empleo formal en República Dominicana, que como muy bien señala Manuel Díez
Cabral en su discurso de la Cámara Americana de Comercio, “La nómina pública ha
crecido en un 98.6% donde el 2000 a la fecha, subrayando que por cada empleo
formal se han creado 14 informales y que incluyendo a los empleados activos del
sector público, la informalidad efectiva del empleo privado se ubica en un
65.3% del total del mercado laboral”. Más adelante agregaría “De los 282,734
empleos formales creados desde el 2000, sólo el 17% fue creado por el sector
privado, y el 83% por el sector público”. Sólo falta que el sector empresarial
no sea tan contemporizador, tan acomodaticio, tan cómplice con los poderes
públicos, entre el discurso y la práctica.
4.
A
esa falta de empleo formal, de empleo decente, obedecen en gran medida, la crisis de la seguridad social y el
problema de la presión fiscal. En la seguridad social hay una sistemática
inobservancia del imperio de la ley. Se desconocen draconianamente las leyes
87-01 (Seguridad Social) y la 42-01 (Ley de Salud). Los distintos actores
conforme a sus intereses torpedean el cumplimiento fiel de las mismas y el
Poder Ejecutivo, que debería ser el ente fiscalizador y regulador, para que las
cosas se hagan como manda la ley, no juega su papel.
5.
Lo que nos
carcome como eje transversal que lo daña todo: la cultura de la corrupción. Hay en
Dominicana un peso significativo en la economía política de la corrupción;
donde todavía una parte importante de la sociedad no ve los efectos perversos,
nocivos de la corrupción sobre el progreso humano y el bienestar, sobre la inversión
y el gasto público. Tan pavorosa ha llegado a ser la corrupción que no existe
frontera entre funcionarios públicos y los intereses privados. Aquí política y
corrupción son gemelas.
Nos encontramos
en una sociedad donde un ministro puede usar información privilegiada y usarla
en forma de libro para su provecho personal y ponerlo en circulación en el
Palacio Nacional y nadie, absolutamente nadie, dice nada.
¡Es la puesta en escena de un discurso que no
encuentra eco en la realidad, llevándonos a una bomba de tiempo!