Cuando hablamos
de los jóvenes Ni–Ni (que ni estudian ni trabajan) que están desafiliados
institucionalmente, que cuasi no existen socialmente, parecería que es una mera
abstracción, un campo de ficción de la más exquisita novela, fraguada en la más
fértil de la fantasía.
No. Es la
realidad del cuerpo social dominicano: 650,000 jóvenes que constituyen una
realidad social que el modelo económico y el sistema político lo engendran para
luego destruirlos lenta e inexorablemente. Es la sociedad del cansancio que en su máxima de exclusión y
marginalidad, corroen de manera sempiterna para lograr el espacio de recreación
y realización de la clase política.
Tienen que
crearlos porque sin ellos y su crecimiento, la clase política en su populismo
permanente, no tendría vigencia. La ausencia de ideas, del debate serio, de un poquito
de decencia, se apuntala a través de los
Ni-Ni, de los SIN–SIN (Sin oportunidades
sin competencias), para regodearse en su clientelismo, como “salvadores” de
lo que ellos construyen, generan y componen socialmente.
Si los Ni–Ni
constituyen la concepción de una sociedad sumida en la más abyecta falta de
equilibrio, de la más carente ausencia de sensibilidad de parte de los actores
políticos y de parte de los actores estratégicos; los SIN–SIN, es la lectura de
un país que no orienta su capital humano a crear capacidades. Los Sin–Sin (sin
oportunidades sin competencias, 507,000) se encuentran en el diseño del tejido
social dominicano. Están en el entramado institucional, a diferencia de los
NI–NI. Empero, es tan débil el aporte del Estado, que los recursos humanos no
logran convertirse en talento humano.
Los SIN – SIN han estudiado, pero el grado de
competencias no les permite articularse en el mercado de trabajo. Además, de que éste es muy exiguo. En la República Dominicana
la Población Económicamente
Activa (PEA) aumenta cada año en alrededor de 32,000 jóvenes; sin embargo, el
Mercado Laboral (tanto formal como informal) apenas absorbe pocos menos de 20,000. En gran medida y no como paradoja,
el crecimiento del Producto Bruto
Interno no va aparejado con el crecimiento del empleo. Ello
así, por los sectores que crecen en la economía y por la visión de los actores políticos.
En nuestro país,
un bachiller solo está “apto” para seguir a la universidad. Solo “sabe leer y
escribir”; no tiene otras competencias a menos que los padres se hayan
preocupado por desarrollarlos con alternativas educacionales y
competencionales, que le permitan insertarse en el mercado de trabajo con
cierto éxito.
En nuestra nación
no existe una alianza permanente y sistemática entre el sector empresarial, las
universidades y el sector público para crear el talento humano, con las
habilidades y destrezas que respondan a la dinámica de la sociedad y del
mercado de trabajo para tener los sellos distintivos de la EMPLEABILIDAD. La Empleabilidad es la capacidad que
tiene un ser humano, a partir de los conocimientos adquiridos, de enfrentar con
aciertos las necesidades y expectativas del Mercado Laboral. El ejemplo más
elocuente es el número de personas que concursan en Educación para profesores y
que son rechazados.
Si la Empleabilidad es un
edificio construido sin las varillas necesarias y la cantidad de cemento, el coeficiente
de empleabilidad es grave también. Personas que se prepararon pero no se han
reciclado, más nunca han hecho ni un curso ni un diplomado, “gozan” de una
experiencia ya caducada por las mutaciones y transformaciones que han sufrido
los puestos a consecuencia de los avances de la tecnología, de la innovación y
la competencia.
Los NI–NI y los
SIN–SIN tendrán que movilizarse a ver si esta sociedad enferma, invertida, crea
200,000 plazas de diputados y 100,000 senadores para que puedan vivir. Corre en
el Congreso de que 4 diputados de diferentes bancadas para augurar que se
apruebe, introducirán modificaciones a su Ley de Jubilación 144-11, para que
ellos por 4 años de “servicios a la
Patria ”, reciban RD$110,000.00 pesos de pensión. Por 8 años
(dos periodos) RD$125,000.00 pesos; y, por tres periodos (12 años) RD$125,000.00
y solo tener 55 años de edad. Si ha sido presidente de una de las Cámaras,
recibirían RD$140,000.00 de por vida. La esperanza de vida al nacer del
dominicano es de 73 años los hombres y 76 las mujeres, es de esperar que allí
la esperanza sea más larga, con el nivel de vida de los congresistas, con apenas
tres días de trabajo y con 3 meses de vacaciones en el año.
Una sociedad que
origina los Ni-Ni y los Sin-Sin, como secuela de una democracia corrompida y
que al mismo tiempo, sus actores políticos disfrutan como reyes del erario público
en el presente y se agendan su futuro a través de la jubilación, como bizarría
de su alter ego en el mito de Prometeo.