SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Aunque la atención de la mayor parte de la población está puesta en la semana santa o pascua católica, la verdad es que estos son momentos de intensas celebraciones de carácter espiritual para diferentes creencias.
Para la celebración de la semana santa la Iglesia Católica se rige por el calendario lunar, atendiendo a la tradición de los judíos, lo que la hace coincidir regularmente con el inicio de la primavera, una época en que proliferan las manifestaciones de agradecimiento a los dioses.
En República Dominicana tenemos varios rituales que se desarrollan de manera paralela a esta fiesta católica y que también forman parte muy arraigada de nuestra identidad como cultura.
Entre esas tradiciones se destaca la celebración de las Cachúas, que son mayormente conocidas como Cachúas de Cabral aunque también las hay en otros lugares de Barahona, como el municipio de Peñón, por ejemplo.
Se trata de una expresión cultural considerada muy compleja por sus estudiosos, que todavía discuten si deben considerarla o no como un carnaval, por lo que el sociólogo Dagoberto Tejeda ha utilizado el término “carnaval cimarrón” para referir que es una expresión carnavalesca atemporal, dado que el carnaval tiene lugar tradicionalmente antes del inicio de la cuaresma católica y las Cachúas salen a la calle justo cuando esta temporada concluye: los días sábado y domingo comprendidos también dentro de la semana santa de los católicos y el lunes posterior.
“Antes de que la iglesia fuera poder dominante, existían tradiciones religiosas y festivas para la época en que hoy se celebra semana santa. Algunas fueron integradas, otras fueron eliminadas y otras hubo que tolerarlas. Desde el punto de vista antropológico, no se sabe quién es el pagano ni quién tiene derecho a eliminar rituales ajenos”. José Guerrero.
Según explica el antropólogo Carlos Andújar Persinal, esta podría ser “la expresión carnavalesca dominicana más ritual de todas” y se le asocia con el culto a los muertos.
La antropóloga Virginia Roca agrega que la esencia de estos ritos está vinculada al fin de ciclo y al inicio de uno nuevo, por lo que son relacionados con elementos tan aparentemente dispersos como la resurrección y la productividad de la tierra.
Son rituales en los que se integran tanto componentes judeocristianos como africanos. Por ejemplo, existe la práctica simbólica de quemar a Judas, señalado como el traidor de Jesucristo. Según explica Persinal, además del inicio de la primera, este otro elemento también explica la coincidencia entre esta antigua celebración y la pascua católica, si se considera que la traición de Judas habría tenido lugar pocos días antes de la muerte y la resurrección de Jesucristo.
Virginia Roca piensa que “estos rituales han ido perdiendo poco a poco, incluso para sus propios exponentes, su significado original”, lo que los convierte en expresiones de gran complejidad para los investigadores.
Otra manifestación importante de esta temporada son las Máscaras del Diablo, en la comunidad deMatayaya y otros puntos rurales de la provincia de Elías Piña, en el oeste dominicano. Entre los haberes de esta tradición se contempla quemar las máscaras y expandir las cenizas por el campo como petición de fertilidad.
Roca explica que en esta manifestación los exponentes están haciendo una especie de exorcismo por todo el mal de la comunidad. Usan un foete y una máscara de cartón adornada con plumas, generalmente de gallinas guineas. Visten con un vestido rojo, que significa que están pidiendo protección (esa es la referencia del color rojo en esta tradición, por eso la costumbre de poner una cinta roja a los bebés recién nacidos para protegerlos del “mal de ojo”, supuesta energía negativa que poseen algunas personas y que transmiten a los niños cuando los observan detenidamente y les elogian su belleza, provocándoles enfermedades que dejan lesiones permanentes y hasta la muerte).
“Hay una serie de manifestaciones religiosas como parte de la culturalidad y la religiosidad popular que no son paganas y que no corresponden a la liturgia católica cristiana. En ese sentido es que esta es la semana en que se expresa gran parte de lo que significa el pueblo dominicano en todo lo que es su tradición afro descendiente en un sincretismo con la cultura española”.Dagoberto Tejeda.
También tendrá lugar la celebración de las famosas fiestas de Gagá, una tradición afro descendiente que empieza desde el jueves en la noche en distintas comunidades del país, sobre todo en los bateyes.
Esta manifestación constituye un culto a la productividad, razón por la que también tiene lugar con el inicio de la primavera.
Se trata de una manifestación con raíces muy fuertes, según explica Virginia Roca: “Tiene códigos muy estrictos, es muy estructurada, y a veces no es muy conveniente intervenir en ella desconociendo el valor que tienen para sus manifestantes porque se puede desvirtuar”, indica.
Dagoberto Tejeda sostiene que de esta celebración se pueden encontrar tres modalidades distintas: Una en los ingenios azucareros, una en Elías Piña y otra en Polo, Barahona, todas con características muy particulares.
Este domingo también tendrá lugar el ritual de Los Negros, en Guerra, en la que los enmascarados salen a la calle para “reprender a los niños que no se portaron bien durante el año”. Se trata de una de las tantas herencias africanas que persisten en la República Dominicana.
Estas manifestaciones culturales coexisten con la Semana Santa, una fiesta católica de intensa actividad litúrgica que concentra la atención de casi toda la población y no siempre por su dimensión espiritual.
Con esto los católicos conmemoran la pasión, la muerte y la resurrección de Jesucristo y entienden que debe ser un periodo que los creyentes dediquen a la reflexión y a la meditación en torno a su espiritualidad y como símbolo de solidaridad con el hijo de Dios.
Muchos recuerdan la solemnidad con que se vivía esta época en el pasado (hasta principios de los años setenta), cuando ni siquiera se podía encender la radio después del jueves al medio día o cuando hablar muy alto podía implicar la mudez eterna como “castigo” por profanar ese tiempo sagrado.
Pero en poco tiempo esta tradición sufrió una serie de cambios muy drásticos.
Muchos elementos seculares se fueron integrando a esta celebración y hoy en día la Iglesia Católica reclama la vuelta de sus fieles al templo, al silencio y a la meditación, pues la fiesta religiosa está perdiendo ese sentido y se ha vuelto sinónimo de “agua y sol”.
El antropólogo e historiador José Guerreroentiende que “la semana santa es un ritual muy complejo, con importancia no sólo en el aspecto religioso, sino también en los ámbitos comercial y popular. “Cada sector celebra su semana santa a su imágen e interés. El pueblo disfruta, el comerciante hace su agosto y el religioso conmemora la pasión, muerte y resurrección de Jesús. No hay duda de que cada vez más se celebra de manera más comercial y popular”, sostiene.
"En la mayoría de las actividades religiosas nuestras está pendiente lo secular, la música, la comida, la festividad. Separar lo sagrado de lo secular es una cosmogonía que contraviene otra cosmogonía. Y es que somos pueblos que hemos recibido múltiples herencias". Carlos Andújar Persinal
En este sentido, Carlos Andújar Persinal entiende que la rigidez era extrema con que se celebraba esta temporada años atrás terminó ocasionando un destape.
“Aquí en América la semana santa se ve como una época propia para alimentar el espíritu y la relación con Dios. Pero tenemos un mundo dual y una espiritualidad múltiple. Lo secular no está separado de lo sagrado en gran parte de nuestros pueblos. En la mayoría de las actividades religiosas nuestras está pendiente lo secular, la música, la comida, la festividad. Separar lo sagrado de lo secular es una cosmogonía que contraviene otra cosmogonía. Y es que somos pueblos que hemos recibido múltiples herencias”, explica.
El investigador está convencido de que al día de hoy lo secular le está ganando la batalla a lo sagrado y por eso se explica que las religiones sean más abiertas a elementos que antes consideraban paganos y nocivos para el espíritu, como algunos ritmos musicales.