Por Cándido Mercedes
La frustración
de una sociedad se
refleja en una frase condensada en la más fiel realidad: “Aquí lo que hay que ser es
político y robar mucho”. Sí, una gente
del pueblo se expresaba así el viernes 27 de Marzo al oír el no ha lugar
con respecto al caso de Félix Bautista. El Señor que así hablaba sintetizaba el más cruel dictamen
producido en materia de corrupción, el
caso más emblemático, el buque insignia, el ejemplo más paradigmático de la corrupción. Un dictamen ignominioso para la justicia y una gangrena desde el punto de vista social. Una verdadera sombra de oscuridad desde la perspectiva política.
Dado que la cultura
es un conjunto específico de
valores y creencias que orientan el comportamiento, de lo que
se trata es de
cómo cambiar ese comportamiento político, empujando a dichos actores hacia una
nueva cultura basada en los valores de la democracia, que encamine hacia una forma superior de organización
humana. Las actitudes nos dibujan,
contoneándonos en que la voluntad,
después de todo, significa un
camino, más allá del optimismo de la inteligencia.
La sociedad está en crisis. Una crisis más allá
del empleo, del endeudamiento, de
la electricidad, de la delincuencia, de la violencia, de los feminicidios, del
orden, de la disciplina. Es una crisis
referencial que apaña en la crisis del comportamiento político por sus
actitudes y sus valores. Una crisis
de la elite política que se bosqueja en la hermosa frase de Benjamín Jowett que
decía “El estadista ordinario es propenso a fallar en situaciones
extraordinarias de crisis”. Es a lo que estamos asistiendo en los últimos 15
años.
¿Por qué los políticos
nuestros se comportan como lo hacen
desde la esfera ética, desde la
perspectiva de los valores de la
democracia?, ¿qué los hace creer que la participación del comportamiento
electoral es el eje central en una sociedad y por qué son tan simbólicos en la
visibilidad mediática y tan renuentes a la
rendición de cuentas y el miedo a la transparencia? ¿Qué los hace creer
que el poder es para adueñarse de los
bienes públicos?
Las
actitudes constituyen orientaciones adquiridas que se expresan de manera
dinámica, relativamente estables y penetran y coadyuvan firmemente en el
comportamiento político. Se adquieren en un proceso de
socialización, en los distintos grupos donde interactuamos. La intensidad de
las actitudes viene dada por el paraguas donde se cimentan los logros que las
acciones de los entes políticos despliegan para alcanzar un objetivo.
Las actitudes
cognitivas, afectivas y las valorativas actúan sincrónicamente en el caso de
los actores políticos, para estar permanentemente en el cuadro de los dilemas éticos. Sus actitudes están
tan alienadas que una verdad
tratan de convertirla en una
mentira y viceversa. Es lo que lo hace decir que son honorables cuando se
sabe que no es así. Es lo que hace que digan que tienen
honor y la mirada se le pierde al pronunciarla. Y es lo que hace que patinen
sin patines para enlodarse en el fango de la historia. Hacen que sus acciones, con
sus actitudes, mancillen el alma
nacional constantemente.
¿Cuál es el contexto
institucional y político en el que tiene lugar el comportamiento de los
políticos de la sociedad dominicana?
Las instituciones son
el conjunto de reglas formales que guían y pautan el comportamiento de los individuos de una sociedad para satisfacer sus
necesidades materiales y espirituales. Es obvio, que en el juego de la política
obren los intereses y motivaciones que encaminen a sus actores. Sin embargo,
esos intereses y motivaciones tienen que
respetar, como un axioma, las normas sociales, culturales y políticas. Sus acciones individuales solo tienen
sentido cuando gravitan y
encuentran eco en la cooperación a
través de la alineación de la acción colectiva.
El comportamiento
político de los actores del sistema, a través de sus actitudes y valores, no
coadyuvan a lo esencial de la democracia que es proporcionarle al sistema
político legitimidad. La democracia solo puede
desarrollarse a sí misma en el concierto de su propia legitimidad. De lo
contrario, ella misma se niega y se vuelve añicos, cual si fuera un esperpento.
Añoso, son pues, los
valores en el comportamiento político de los actores dominicanos, al tener una
concepción elitista de lo que es la democracia y la participación de los ciudadanos. Siguen creyendo, en su grado de exclusión, que debemos expresarnos
solo a través de los partidos políticos
y de las elecciones. Lo que estamos
percibiendo es un aumento de la ideología
de derecha en la sociedad dominicana y por lo
tanto, una ola de conservadurismo
y de miedo producido por el comportamiento político actual de hegemonía, de
pensamiento único.
La
eficacia política, como valor, no prima
en el comportamiento político, en la cultura política nuestra, como espacio
de identificación, de actitudes y
valores. Es lo que hemos visto, como el punto
de inflexión de un reflujo que destapa
su cadena en un rostro amargo, lleno
de muecas y de gestos que comienzan a no
decirnos nada
!La sombra de la
oscuridad abre el telón y el mismo se
cierra al no encontrar a nadie para conquistar y seducir! Desmitificar,
develando ese comportamiento entre ser y no ser, entre la apariencia y lo real,
entre la verdad y la conveniencia es el
llamado para que no nos condicionen en una sociedad atrapada en el tiempo.